lunes, 30 de noviembre de 2009

CUANDO EL GRAJO VUELA BAJO...

Hace frio y viento, el invierno viene a rueda del otoño y ya pide paso para coger la cabeza del pelotón de bikers que andamos dispersos por las montañas de Begues.

El aire entra como agujas en mis pulmones, afectados por el síndrome de abstinencia del oxigeno que hace falta para mover las entumecidas piernas que no tienen la rapidez de las estaciones más cálidas.

Aparentemente no sudo y mi sed no se manifiesta de forma continua. Mis gafas se empañan por lo que mi aparente falta de transpiración se queda en sólo mera apariencia.

Los caminos se vuelven más solitarios y sólo los más osados se atreven a pedalear a cara de perro contra Eolo.

Mi disfraz cambia por completo y paso a ser un biker con "burka", no me conoce ni mi madre.

La paleta de colores de mis caminos favoritos se tiñe de ocres, pardos, blancos y azules. Lugares como Can Rigol o las Agulles se perfuman de un olor a tierra húmeda y el Montau aparece como un coloso escondido tras la niebla.

Me cuesta vestirme y dejar el calor de mi casa, el primer golpe del frio en mi cara al salir es brutal y sólo pienso en cómo será cuando baje a tumba abierta por la pista ancha que me lleva hasta el monasterio budista. Sí me paro a pensar... mejor no pienso y me visto rápido antes que se despierte mi mujer y me pida guerra (ojalá).

Lo mejor de esta época es compartirla con mi colegas de pedaleo, tranquilos chicos la ducha caliente nos espera a la vuelta.